Oscar había nacido un 16 de octubre de 1854 en la ciudad Irlandesa de Dublín. Desde pequeño había demostrado un talento innato para el dominio de los idiomas y la literatura. Ingresó en el Trinity College, uno de los mejores colegios de la época, donde descubrió su afición por la literatura, en especial la griega.
Oscar empezó a devorar literatura de todo tipo, leyendo a los clásicos y demostrando, a través de diversas obras poéticas, que lo suyo sin lugar a dudas era la literatura. Era bueno. Y la gente lo sabía.
Con veinte años, consiguió una beca que le permitió estudiar en un colegio de Oxford. Mientras estudiaba allí murió su padre, momento en el cual escribió una obra llamada Ravennalo, la cual le hizo ganar el “Oxford Newdigate Prize “. Finalmente, se graduó con la mayor nota posible en 1878 siendo ya una personalidad muy conocida en todo el ámbito universitario.
Tras haberse graduado, Oscar volvió a Dublín donde conoce a Florence, sin embargo ésta, está enamorada de un colega suyo, Bram Stoker –conocido mundialmente por haber escrito Drácula– con el que se casará en 1878. Dolido, abandona Irlanda anunciando que no volverá nunca a pisar aquella tierra –sólo volvería dos veces y por trabajo–. Más adelante conoce en Londres a Constance, con la que se casa y tiene dos hijas.
A partir de aquí se dedica a viajar por el mundo dando conferencias, escribiendo poesías y obras dramáticas que no hacen sino acrecentar más, si cabe, su grandiosidad como escritor y como dramaturgo, convirtiéndose en una eminencia en este tipo de literatura en el Londres Victoriano. Sin embargo, sucede algo que cambiará la vida de Oscar para siempre.
En 1891 Oscar había conocido a Bosie –Lord Alfred Douglas– y desde el primer momento Oscar descubre que el amor de su vida no es su mujer Constance, como todo el mundo piensa. El amor de su vida es su amigo Bosie. Imagínense la escena. Casado, con reputación por sus escritos, un futuro prometedor aun siendo objeto de burla en algunas ocasiones –Oscar ya había demostrado inclinaciones hacia lo femenino dejándose el pelo largo o decorando las paredes de su habitación de estudio con plumas y otros objetos, lo que le había costado sátiras y alguna broma pesada de sus compañeros– y de repente, como una gran mierda caída sobre su expediente, ahí estaba el problema. Un problema difícil de aceptar para la moral de esa época. Oscar era homosexual.
A partir de ese momento todo se empieza a complicar. El padre de Bosie –su amante– al enterarse de la relación que tiene su hijo con el joven escritor, acude al club que frecuenta Oscar y deja una nota a la vista de todo el mundo acusándole de sodomita. Acto seguido Oscar acusa al marqués por calumnias, juicio del cual el acusado sale absuelto. De rositas, vamos. Sin embargo, esos mismos que liberan al marqués deciden que Oscar debe ser juzgado por sodomía y grave indecencia.
En 1895, a diferencia del marqués, los jueces consideran que Oscar debe pasarse dos años de trabajos forzados. Cumplida su condena Oscar sale completamente arruinado y aunque se reencuentra con su amante Bosie y conviven un tiempo juntos en Nápoles, la presión de sus familiares termina por romper su relación.
Paralelamente Constance, su mujer, rehúsa volver a encontrarse con él negándole la posibilidad de ver a sus hijos –incluso se cambia los apellidos–. Finalmente Oscar acaba marchándose a París donde cambia su nombre por el de Sebastián y termina viviendo en una situación de indigencia y ruina total.
Oscar Wilde murió en París a la edad de cuarenta y seis años. Solo, abandonado por los suyos y en una situación de ruina e indigencia provocada en gran parte por su condición de homosexual. Uno de los más brillantes dramaturgos de todos los tiempos murió en la más absoluta miseria, con una identidad falsa y en soledad porque la “recia moral” de la época afirmaba que la homosexualidad era algo digno de trabajos forzados, algo impropio de un ser humano con valores y moral adecuados.
Y claro, como no podía ser de otra manera, nunca faltaron esos escuderos de la moral. Esos hombres y mujeres llenos de envidia y rencor, ávidos de sufrimiento ajeno que en cuanto supieron de la condición sexual de Oscar Wilde, dejaron a un lado toda su brillantez como poeta y toda su genialidad como dramaturgo para señalarle con el dedo, acusarle de sodomita y mandarlo a trabajos forzados a la cárcel humillado de la manera más cruel, como sólo los seres humanos sabemos hacerlo. Luego, claro está, se colgarían la chapa de ilustres defensores de la moral de la época. «Fíjese usted que el chico no escribía mal, pero salió maricón» debían decir en sus corrillos de buitres y cotorras, en las plazas y callejones mientras dejaban que se fuera pudriendo el alma de un gran literato cuyo único delito había sido el de amar a un hombre.
Ejemplos como este hemos tenido y tendremos siempre. Fieles defensores de la moral, grandes hipócritas que hacen alarde de una conducta ejemplar y que no dudan, en cuanto tienen oportunidad, de señalar con el dedo a los demás, de intentar humillar o excluir a todo aquel que no piensa, habla o escribe como ellos creen que se debe de hacer, coartando de esta manera la libertad de los demás a expresarse libremente, la libertad de todo el mundo a elegir su propio camino.
El terreno de la moral es pantanoso. No podemos erigirnos como jueces supremos de lo socialmente correcto. Lo que no es correcto para unos siempre lo será para otros y es en nuestra libertad de elección donde reside la esencia del ser humano. Cuántos genios como Oscar Wilde se habrán perdido por no tener una moral socialmente aceptada, por no querer participar en ese hipócrita juego.
Por eso, intentaré siempre alejarme de esas personas que señalan con el dedo. De esos escuderos de la moral.
Cuánto aprendería de ti la gente que en pleno siglo XXI sigue señalando con el dedo o dejándose llevar por prejuicios insanos, que lo único que hacen es estropear la bonita multiculturalidad de la que disponemos.
Amigo, un sobresaliente y con ello mi dedicación plena a dar memoria a un genio como Oscar Wilde.
¡Felicidades!
Bueno, has hecho un artículo fenomenal. En ocasiones como esta me doy cuenta que he parido un hijo con generosidad y ésta, junto la de la tolerancia es de las cualidades que más me gustan en las personas. Sobre todo porque ya se encargan la moral y las religiones de machacarlas. Y sabes además, que si no me hubiera gustado te lo habría dicho. Enhorabuena!
Gracias Alberto, personas y personajes tendremos en cualquier época.Por eso a veces creo que debemos elegir un camino u otro, aunque el dificil sea el correcto. Un abrazo amigo y gracias por el comentario.
Como decía Bob Marley: "Antes de señarlarme con el dedo, asegúrate de que tus manos están limpias". Pero esa gente de la que hablas jamás tendrá las manos limpias. La putada es que les da igual, señalan de todas formas. Y el mundo está lleno de gente estúpida que les obedece.
Es magnífico que tus artículos sean cada vez más extensos; significa que les dedicas más tiempo. La argumentación está bien diseñada pero creo que en las conclusiones hay un tanto de precipitación. Estoy convencido de que había más para esgrimir y que otra vez la premura te obligó a abreviar. Busca más tiempo para esto porque acabarás haciéndolo de forma magistral. Un abrazo.
Anita B.: Siempre habrá gente dispuesta a señalar. Por fortuna el ser humano es racional y tiene capacidad de elección por lo que tenemos la opción de decidir que tipo de personas podemos ser. Un saludo!
Odysseus: Como siempre amigo,tienes mucha razon en lo que dices. Es en la conclusión donde existe esa precipitación por llegar al meollo de la cuestión, y eso a veces se traduce en redundancias de palabras que quizás con algo más de paciencia no hubiesen existido.
Gracias por esa crítica constructiva y un abrazo, amigo.
Muy buen artículo, en Chile aún tenemos a un grupo de gente muy poco tolerante que pretende imponer a todos su moral, es bueno leer este tipo de comentarios para no olvidarnos que la libertad es un valor al que no hay que renunciar jamás.
Mauricio S
Muchas gracias amigo, la libertad de las personas es algo universal y muy caro a veces de defender. Un saludo para Chile.
Que puedo decirte que no te dijera ya cuando lo publicaste… es de lo mejor que he leído en mucho tiempo.Ahora acabo de volver a leerlo y todavía me ha gustado más. Un abrazo enorme! te sigo desde ya! y haber si te pasas por el mío y me das tu opinión (no seas muy duro conmigo, vale? jajaj)
Pues yo te agradezco mucho esos comentarios amigo. Estaré encantado de pasarme por allí y pegarle un vistazo, sin ser muy duro, jajaja. UN fuerte abrazo